Cada año, los osos y otros mamíferos experimentan una drástica caída de su temperatura corporal durante la hibernación. Para ahorrar recursos, dentro de sus cerebros muchas conexiones entre neuronas -las sinapsis- desaparecen. Pasado el invierno, estos animales crean nuevas conexiones y no pierden memoria. Es un ejercicio de regeneración que obsesiona a muchos científicos que buscan un remedio contra los efectos del alzhéimer y otras dolencias caracterizadas por la pérdida de estos enlaces neuronales. Ahora, investigadores británicos han forzado la hibernación en ratones y han descubierto una molécula que parece ser fundamental para ese efecto reparador. Sus efectos ayudan incluso a evitar la muerte neuronal cuando los animales sufren daños similares a los del alzhéimer.
Hasta
ahora, se sabía que la hipotermia puede tener un efecto protector en
el encéfalo,
y se está explorando su potencial tras infartos cerebrales. También
se ha demostrado que el frío evita la asfixia del bebé durante el
parto. Ahora, el nuevo estudio explora si una bajada brusca de la
temperatura también protege el cerebro de la degeneración y la
pérdida de memoria que caracteriza a las enfermedades
neurodegenerativas.
El
trabajo,
publicado en Nature,
ha usado ratones que sufrían un tipo de alzhéimer o estaban
infectados con priones que causan enfermedades neurodegenerativas. Un
golpe de hipotermia de 45 minutos a unos 16 grados de temperatura
bastó para que los ratones perdieran buena parte de sus sinapsis en
el hipocampo, uno de los epicentros cerebrales de la memoria. Al
recobrar la temperatura normal, los ratones más jóvenes recobraron
sus conexiones entre neuronas, pero los más mayores no.
Los
investigadores han demostrado que parte de la explicación se debe a
una proteína llamada RBM3, cuyos niveles se multiplicaron por el
frío en los individuos jóvenes pero no tanto en los mayores. El
trabajo también muestra cómo aumentar de forma artificial los
niveles de esa proteína, sin necesidad de hipotermia, también
protege los cerebros de los ratones enfermos, cuyas neuronas dejan de
morirse y mejoran sus síntomas. Todo esto está muy lejos de ser
aplicable en humanos, aunque, según los autores, aporta una nueva
vía para buscar tratamientos inspirados en los efectos beneficiosos
de la hibernación.
El
estudio “nos aporta una diana para desarrollar una droga, del mismo
modo que para bajar la fiebre se usa paracetamol más que un baño de
agua fría”, ha comentado a la BBC Giovanna
Mallucci,
investigadora del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido y
coautora del estudio.
El
trabajo también recibe alabanzas de expertos independientes por las
posibilidades que abre de cara a la investigación de la regeneración
cerebral, aunque son más cautos sobre su aplicación terapéutica.
“El modelo es muy bueno, muy original, y los estudios de patología
apoyan la noción de que este tipo de proteína contribuye a la
remodelación sináptica”, opina Carlos
Dotti,
que investiga el envejecimiento neuronal en el Centro de
Investigación de Biología Molecular (CBMSO-CSIC). La asociación
con el alzhéimer, advierte, es más “coyuntural”, ya que se han
descrito “docenas” de proteínas que se pierden con el alzhéimer
y que revierten los síntomas cuando se repone su presencia. Y sin
embargo sigue sin haber tratamiento capaz de frenar la dolencia. “No
hay proteína, ni lípido, ni droga que recupere una neurona o una
sinapsis cuando esta ha desaparecido”, resalta, y advierte de que
“lo máximo que puede hacer esta proteína o droga es retrasar la
pérdida si es administrada antes de que la misma ocurra”. Antes de
eso habría que saber si la RBM3 es causa o simple efecto de la
degeneración progresiva de neuronas y sinapsis. Otra pregunta a
explorar: “¿Qué hace que solo unos pocos mayores tengan patología
cuando todos presentan, aparentemente, pérdida de RBM3?”, resalta
Dotti.
Puede
que la mayor aportación del estudio no tenga que ver con el
alzhéimer, opina Dolores
Ledesma,
que estudia patología y fisiología neuronal en el CBMSO. “Los
resultados llaman la atención sobre un punto que me parece clave en
enfermedades neurodegenerativas y al que no se le ha dado la
relevancia necesaria: quizás no se trata tanto de evitar la pérdida
de sinapsis, si no de mantener o mejorar la capacidad para
repararlas”, comenta
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