Hace
tres años, Cita Alzheimer inició un programa de investigación de
esta enfermedad cada vez más extendida que afecta a 60.000 personas
solo en Euskadi. Necesitaban 500 voluntarios, una parte con
antecedentes familiares y otra sin ellos, gente dispuesta a hacerse
pruebas médicas y psicológicas. Los consiguieron y, como comentan
desde la propia asociación, los han mantenido fieles, «algo que
tiene mucho mérito».
¿A qué se someten?
Para empezar aportan sus datos personales, explican qué hábitos
tienen, su historial familiar, responden a un cuestionario sobre
posibles síntomas de ansiedad y depresión, memoria, hábitos
dietéticos... Se hacen también analíticas de sangre y orina y una
resonancia magnética que dura entre una hora y hora y media.
La última prueba, la
que es voluntaria por su mala fama de dolorosa, es una punción
lumbar. Desde Cita Alzheimer se advierte que el 61% optan por
hacérsela. Los voluntarios desmitifican la prueba... «No duele, de
verdad», coinciden.
Ana,
Concha y Patxi son tres de estos miembros del batallón contra el
Alzheimer. Quieren ser útiles para la ciencia y la investigación y
esperan que llegue el día en el que esta enfermedad pueda ser
controlada mejor. No se sienten ni más valientes ni más generosos
que otros, pero son un ejemplo de lo que puede llegar a ser el
Proyecto Deba, que arrancará de forma oficial en septiembre y que
ahora busca llegar a los mil voluntarios de más de 65 años para
diseccionar la salud mental de este municipio.
Ana Urra: «Los más
generosos son los investigadores, no nosotros»
Ana Urra es profesora
de Ciencias en Irun. Tiene una hija de 16 años y un chico de 13. Su
madre, ya fallecida, padeció Alzheimer y cuando desde Afagi pidieron
voluntarios para el proyecto de Cita Alzheimer que tuvieran
antecedentes familiares apenas se lo pensó. «Me pareció bien. Creo
que hay que hacer este tipo de cosas para los demás, porque cuando
una enfermedad te toca a tí, también agradeces que otros se
prestaran a investigaciones cuando ves que mejoras. Además, ¡tampoco
es para tanto!» Ana habló con sus hermanos, se hizo la primera
prueba hace tres años y la segunda ahora. No le pueden practicar la
punción lumbar por motivos físicos, ya que está operada de la
columna «y la tengo cosida de arriba abajo». «¿Qué a nadie nos
gusta ir de médicos? Ya, sí, es verdad. Pero esto es como si eres
donante de sangre, no es que te gusten las agujas, es que sabes que
cuando tú has necesitado sangre la has tenido y que a alguien le
habían pinchado para que te pudieran hacer la transfusión.
En el caso de Ana,
además, las pruebas han tenido consecuencias positivas, porque
gracias a ellas le detectaron un ictus cerebral que pasó
desapercibido porque no tuvo consecuencias. «Me ha servido para
tener un tratamiento preventivo. Tampoco tengo miedo a lo que me
puedan decir una vez que me han mirado. Soy una persona que si tengo
algo prefiero saberlo y actuar. Pienso que la ignorancia no es buena
nunca. Lo primero es conocer la realidad y luego decidir qué vas a
hacer».
Insiste en que las
pruebas no son para tanto y tampoco se siente especialmente generosa
por jugar este papel de 'conejillo de indias' en Cita Alzheimer.
«¿Sabes quienes son generosos? Los investigadores, quienes trabajan
cada día en la búsqueda de soluciones a pesar de que saben que
llegarán a muy largo plazo. ¿Gracias a nosotros? No. Gracias a
ellos».
Concha Díez: «Fue
terrible ver cómo nos íbamos de su memoria»
El padre de Concha
Díez también padeció Alzheimer aunque en la familia le llamaran
demencia senil y atribuyeran alguno de los síntomas iniciales al
carácter despistado del aita. Tenía 72 años y, pese a la
enfermedad, siguió siendo un hombre amable y agradable. «Lo que era
terrible era ver como día a día ibamos desapareciendo de su vida y
de su memoria». Concha no tiene hijos «aunque sí sobrinos» y,
pese a que es consciente de que «el remedio que sería la gloria a
mí no me va llegar», no dudó en apuntarse en ese grupo de 500
voluntarios de Cita Alzheimer. Conoció la iniciativa por este
periódico, habló con su marido y sus hermanos y les explicó que
quería poder contribuir a que en un futuro se pudiera encontrar una
solución a esta enfermedad terrible.
Concha sí se hace esa
punción lumbar que es la prueba más incómoda y a la que se
resisten más voluntarios. «La verdad es que pensé que si me metía
en el programa era con todas las consecuencias y ahora puedo decir
que no hace daño, que te lo hacen con tanto cuidado que en una
puntuación del 0 al 10 yo puse 0 dolor».
Concha, ahora
jubilada, extrabajadora de Kutxa, es una mujer universitaria que
domina el inglés y el francés, bromea. «Pregunté por otras
puntuaciones y me dijeron que había cuatros y cincos. Yo creo que
eran hombres, que nosotras estamos más preparadas para el
sufrimiento».
Ella piensa que en el
futuro se podrá encontrar una solución, «sería la gloria», pero
también que ha habido avances desde que su padre padeciera esta
enfermedad y su propia familia lo diagnosticara gracias a reportajes
periodísticos. Esta mujer que disfrutar de vivir sin despertador ni
cuadrar sus vacaciones con los compañeros cree que formar parte de
Cita Alzheimer es algo propio de ella. Sin más explicaciones.
Patxi Plazaola: «La
estigmatización es mucho peor que las agujas»
Patxi Plazaola fue
alcalde de Beasain durante ocho años, funcionario de Educación y
ahora un jubilado que practica el trinomio de vida saludable:
ejercicio físico, alimentación cuidada y nada de tabaco. No tiene
antecedentes de Alzheimer, pero sí interés en el voluntariado, en
la coordinación de actividades como las salidas montañeras. Está
volcado en la solidaridad.
«Un amigo de San
Sebastián que va al monte conmigo me comentó que había leído que
iba a comenzar un estudio sobre cómo se desarrollaba el Alzheimer. A
los dos nos interesó desde el primer momento y nos presentamos.
Empecé las pruebas desde el primer momento». Pregunta obligada
sobre el único análisis que no es obligatorio, la punción lumbar.
Patxi se hizo la última el miércoles. «No duele nada, de verdad.
Yo ya lo sabía por la primera vez. Al principio, antes de entrar, me
preguntaron qué dolor creía que podría sentir de 0 a 10. Dije que
3. Cuando salí puse un 1 en la casilla. De verdad, te tratan muy
bien, te distraen mientras dura la prueba»...
Patxi no tiene miedo a
la aguja, pero sí a la estigmatización de las personas que sufren
«esta enfermedad con palabra alemana». «Conocemos el proyecto que
se quiere hacer en Deba, no solo con mil voluntarios de más de 65
años, sino también como una experiencia para implicar a todo el
pueblo para socializar esta dolencia. Me consta que desde que desde
Beasain han entrado en contacto con Cita Alzheimer para ver si se
puede montar un programa parecido.A mi me parecería muy positivo».
De momento, Proyecto
Deba sigue con su labor de captación de personas dispuestas a
realizar algunas pruebas. Esta vez formarán parte del batallón de
los 1.000
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