Los
españoles vivimos mucho, pero los últimos años de la vida van
acompañados de patologías que merman la calidad del día a día. Un
estudio publicado en la revista The
Lancet ofrece
un retrato global de la salud en el mundo y de las enfermedades
mortales y no mortales que van restando bienestar a esa vejez. Entre
ellas, una tiñe el presente y futuro de pacientes y familiares
porque no tiene cura y porque cada vez está más presente: el
Alzheimer.
Aunque
este trastorno se sitúa en el puesto número cinco del listado de
los 10 problemas que más deterioran la calidad de vida de los
españoles, en los últimos años ha irrumpido en el decálogo de
patologías de los varones, cuando antes sólo estaba en el de las
mujeres. Seguramente tenga que ver con el hecho de que los hombres,
entre 1990 y 2013, han aumentado su esperanza de vida 5,7 años
frente a los 3,8, de las españolas, aunque ellas siguen viviendo
más: 84,4 años frente a 79.
El
estudio, realizado por un consorcio internacional de investigadores
que trabaja en el análisis de la Carga Global de las Enfermedades y
dirigido por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud
de la Universidad de Washington (EEUU), ha analizado 306 enfermedades
y lesiones en 188 países y la esperanza de vida de los ciudadanos
que habitan en ellos.
«No
es suficiente para los españoles vivir más, queremos
tener vidas más largas pero también más saludables.
Identificando las enfermedades que causan la mayor pérdida de salud,
seremos capaces de diseñar intervenciones que aborden con mayor
eficacia estas dolencias», explica Alberto Ortiz, vicedecano de
Investigación en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma
de Madrid y co-autor del estudio.
Aunque
esta patología no está a la cabeza en el decálogo de las que más
afectan a los españoles, como es la cardiopatía isquémica o el
cáncer, «el problema del Alzheimer es que el número de casos sube
exponencialmente. Hay que tener en cuenta que el mayor riesgo es el
envejecimiento y cada vez tardamos más en morirnos, esto hace que
aumente el problema y que cada vez suponga un mayor coste a la
Sanidad Pública», explica Jesús Ávila, profesor de investigación
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sin
embargo, no hay una causa clara, un límite definido entre las
diferentes demencias ni un tratamiento curativo.
A
pesar de esa incertidumbre, hay una línea común entre las últimas
investigaciones: se persigue actuar antes. «La necesidad de
pacientes y familiares es que se
modifique el curso evolutivo de la enfermedad,
para ello creemos que es necesario tratar antes. Lo mismo ocurre con
la prevención. Tomar medidas a los 60 es muy tarde, hay que empezar
a los 40 con hábitos similares a los que se recomiendan para
prevenir la enfermedad cardiovascular: una dieta mediterránea,
ejercicio y actividad mental», señala José Luis Molinuevo,
investigador principal del Programa de Investigación en Detección
Precoz de la Fundación Pasqual Maragall.
Porque,
como reconoce Ávila, «ahora estamos empezando a relacionar unas
cosas con otras, por ejemplo, la enfermedad cardiovascular con el
Alzheimer, y los procesos inflamatorios con ésta y otras demencias»,
procesos (enfermedad cardiaca e inflamatoria) que se inician mucho
antes de lo que lo hace el Alzheimer, por lo menos del momento en que
aparecen los síntomas.
Pistas
Por
este motivo, tan importante como encontrar un tratamiento es
identificar marcadores del inicio del proceso que deriva en este
trastorno. «En el Alzheimer se produce un depósito dañino del
péptido beta amiloide [denominado comúnmente placas] y una
hiperfosforilación de las proteínas Tau [que forman los llamados
ovillos]. Muchas personas con 60 años empiezan a tener estas
alteraciones pero se mueren sin sufrir Alzheimer. ¿Cuáles son las
alteraciones de los circuitos cerebrales para dar lugar a este
trastorno? No las conocemos bien, aunque ya vamos sabiendo algunas
cosas. Somos un ejército estudiando esto. Hay miles de trabajos,
pero todavía no disponemos de recursos suficientes», explica Javier
de Felipe, neurobiólogo del CSIC.
«Se
ha comprobado que 20 años antes de que aparezca la enfermedad ya se
forman las placas características en el cerebro y entre cinco y 10
años antes, los ovillos. La muerte neuronal también se da antes de
que aparezca el Alzheimer. Quizás por esto los fármacos usados
hasta ahora han fracasado, porque se empieza tarde, o tal vez porque
haya otra causa distinta. Nosotros estamos buscando la fase
asintomática, el punto cero, para que esa persona con vida normal
empiece a hacer algún tipo de tratamiento precoz que evite los
síntomas o su deterioro», aclara Ávila.
Para
detectar los factores de riesgo e indicadores de la fase que precede
a la enfermedad, con la intención de prevenirla, la Fundación
Pasqual Maragall puso en marcha en 2012 un estudio con más de 2.700
voluntarios sanos de entre 45 y 75 años, hijos e hijas de enfermos
de Alzheimer. Pedro Cordovés es uno de ellos. Este canario de 51
años, residente en Madrid, viajó hasta Barcelona para participar en
él. «Decidí apuntarme por si pudiera aportar algo en el
descubrimiento futuro de las causas o algún factor de riesgo».
La
madre de Pedro, una mujer activa y empresaria de una explotación
platanera, fue diagnosticada a los 72 años de Alzheimer. Ahora con
85, ya
no reconoce a ninguno de sus cinco hijos ni a sus nietos.
«Mi madre era muy cariñosa, pero ahora está desconectada. Es una
enfermedad tremenda para el enfermo y muy larga. Si estudios como
éste en el que participo sirven para retrasar los síntomas uno o
dos años, ya serían válidos, porque ese tiempo es muy valioso para
el paciente y la familia».
Esta
no es la única investigación española en marcha. Ávila estudia
-entre otras muchos aspectos- si se puede frenar el Alzheimer
luchando contra las proteínas Tau como si de un agente infeccioso se
tratara, «porque esta enfermedad se propaga en el cerebro como una
infección». Por su parte, De Felipe busca conocer las alteraciones
microscópicas del cerebro y también participa en el Human
Brain Project,
un proyecto europeo de 10 años de vida y en el que están implicados
unos 150 laboratorios. Centros que persiguen la 'zona cero' del
Alzheimer.
Demencias
sin límites
Las
demencias no están perfectamente diferenciadas. «Cuando se las
explicamos a pacientes y familiares ponemos el ejemplo de los
diagramas de intersecciones. Alzheimer puro se considera que es un
25% de los casos, el resto son mezclas de éste con demencia por
acumulación de cuerpos de Lewy o demencias vasculares. También hay
casos mixtos de Alzheimer y Parkinson. Por este motivo, no se da un
diagnóstico definitivo sino que se habla de probable o posible,
porque hasta que no se hace una autopsia no se conoce la afectación
real que ha sufrido el paciente», explica Eva Carro, del Grupo de
Neurociencia del Instituto de Investigación Hospital 12 de Octubre
de Madrid. Casi 47 millones de personas están afectadas por este
abanico de trastornos y se estima que en 2050 la cifra casi se
duplicará, con 131 millones de casos.
Una
enfermedad muy cara
A
diferencia de otros países, España no tiene una política de estado
frente al Alzheimer. "En otros países de nuestro entorno hay un
plan sistemático para la detección precoz y la atención crónica,
en España no", explica Mario Riverol, especialista en
Neurología de la Clínica Universidad de Navarra. El coste del
cuidado y la atención a estos pacientes lo asumen las familias. «En
un estudio estimamos que estos enfermos suponen un gasto medio anual
de unos 31.000 euros», señala Rosa Mª Cantabrana Alutiz, tesorera
de la Junta de Gobierno de la Confederación española de asociación
de familiares de personas con Alzheimer y otras demencias (Ceafa), en
la que están integradas 305 asociaciones y representadas más de
200.000 familias . «Llevamos años demandando un censo nacional,
porque no se puede asegurar cuál es la incidencia real. Conociéndola
se podría saber las necesidades sociosanitarias que necesitamos
ahora y las futuras. Eso es fundamental para ordenar la lucha contra
la enfermedad». Porque en este trastorno hay mucho que ordenar. «El
problema es que es muy caro. Es la epidemia del siglo XXI, todo el
mundo lo dice pero no se acompaña de acciones para tratarla porque
es muy caro. Aquí el papel de las asociaciones es fundamental porque
los pacientes no pueden ser abogados de sí mismos, como en otras
enfermedades como la hepatitis o el cáncer», explica Luis Agüera,
presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría. Otro punto
del que se quejan algunos familiares es de las barreras en el acceso
a los fármacos, dirigidos a tratar los síntomas. «Sólo el 50% de
los pacientes reciben esta medicación, bien porque el médico
considera que el tratamiento no es eficaz o por los visados de
inspección que requiere su prescripción. Esto es inaudito porque no
conozco a ningún paciente de cáncer que no reciba su tratamiento»,
explica Agüera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar nuestro blog