Margarita
tiene 94 años y vive en la residencia Sanyred
Nuestra Señora de Loreto (Madrid).
Cada viernes es un día muy especial para ella. Recibe la visita de
Alejandro
y Miguel,
dos jóvenes estudiantes
de 19 años que la han «adoptado» como abuela.
«Me encanta que vengan y pasen la tarde conmigo. Soy
la envida de los compañeros de la residencia porque
estamos mucho tiempo hablando, sobre todo de arte, porque he leído
muchos libros y les cuento anécdotas muy interesantes».
«Es
verdad —apunta Miguel— escuchamos sus historias, que nos cuenta
con fascinación, y el próximo día vamos a traerle un ordenador
portátil para que pueda hacer una visita virtual al Museo del
Prado». Los dos estudiantes apuntan que en nuestra sociedad hay
mucho individualismo y parece que los jóvenes «vivimos en una
burbuja, se nos da todo hecho y no nos importa nada de lo que
ocurre en nuestro entorno». Sin embargo, recalcan que «no
siempre es así».
Por
eso ellos, igual que otros muchos voluntarios, decidieron apoyar
a las personas mayores.
«Nos reporta muchísima
satisfacción.
Disfrutamos escuchando sus historias y haciéndoles sentir bien.
Ojalá
hubiera muchos más jóvenes que se atrevieran a participar y
dar
a los mayores el respeto que se merecen.
Deberían probarlo para saber lo que significa».
Acuerdo de conveniencia
La
iniciativa «Adopta a un abuelo» es una idea original de
Alberto Cabanes que, en su día, visitaba a su abuelo en una
residencia de Ciudad Real. Allí conoció a un residente viudo de 86
años que un día de Reyes, muy emocionado, le confesó que estaba
completamente solo. Llegaron a un acuerdo: Alberto le «adoptó»
como abuelo, y el anciano sintió una alegría inmensa. Fue
entonces cuando Alberto pensó: «¿por qué no puede haber más
historias como esta que causen tanta emoción a los mayores
solitarios?».
Fue
así como buscó estudiantes que quisieran, de manera altruista,
acompañar a los ancianos en residencias. «Les damos una
formación de tres horas para que sepan cómo tratarles y qué deben
hacer o no con ellos. Belén Ortíz, directora de la residencia de
Sanyred, apunta que es una «verdadera gozada bajar al recibidor y
cafetería y ver la cara de alegría de los residentes cuando están
tan acompañados de los voluntarios, que vienen de dos en dos por
cada mayor».
Muerte prematura
En
España hay un millón y medio de personas mayores que viven solas.
Según algunos estudios más del 59% de las personas de la tercera
edad se sienten solas, un sentimiento que les genera inseguridad,
tristeza y depresión. Una investigación realizada por la
Universidad de Chicago concluía, incluso, que la soledad puede
aumentar hasta en un 14% las posibilidades de muerte prematura en las
personas de la tercera edad. Pero, ¿por qué hay tantos mayores
solos?
El
director general de Imserso,
César
Antón,
explica que la mayor esperanza de vida y el arraigo a sus recuerdos
hacen que opten por la soledad en sus domicilios, mientras tengan
autonomía para ello y puedan aprovecharse de los servicios
asistenciales. «El
80% de los mayores prefieren estar en su domicilio con
un nivel de cuidados que le permita vivir con dignidad. En
muchos casos cuentan con el apoyo de un cuidador familiar que
ofrece mucho cariño y empeño, pero necesitan ayuda de servicios
profesionales con formación. No
es lo mismo la soledad cuando se elige que cuando se impone».
Según
César Antón, las competencias asistenciales pertenecen a las
diferentes comunidades autónomas, pero el Imserso trabaja con
asociaciones de mayores, de enfermos de Alzheimer, de
familiares...
«Hemos destinado 3.300.000
euros a financiar asociaciones para que realicen programas y
proyectos de ayuda a los mayores.
Gracias a ello, hemos atendido a más de 750.000 personas por el
sistema de dependencia».
El
gerente del Imserso insiste en que la palabra clave para combatir la
soledad es «relacionarse». Explica que si un mayor vive solo, pero
sale a la calle, aunque sea a un Centro de Día, ya tiene que
vestirse, asearse... y allí se relaciona con otras personas,
participa en actividades, comparte experiencias, sentimientos y se
siente activo. «También son importantes las relaciones
intergeneracionales, con los propios nietos y fomentar en la sociedad
experiencias en las que los jóvenes se acerquen a ellos de manera
voluntaria y se involucren en hacer la vida más fácil a estas
personas».
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